El Mito de Leo
Parsifal era hijo de un
guerrero que murió en combate cuando él era muy pequeño. Su madre quedó tan
abatida de perder a su esposo, que se aferró al hijo con todo lo que tenía, y
para protegerlo de cualquier peligro, quiso aislarlo del mundo. Pero como
destino es destino, un día Parsifal siendo ya un joven, conoció a un caballero
y quedó absolutamente maravillado con ese encuentro, y en ese momento “descubrió”
que era lo que quería ser. Cuando estas cosas pasan no hay fuerza que impida
que se cumpla la voluntad divina, y entre peleas y sollozos, se fue el muchacho
en pos de su destino, que se llamaba Gurnenmanz, quien era mentor de jóvenes en
el arte de la caballería. De más está decir que nuestro personaje terminó
convertido en lo que le correspondía, un caballero, no cualquiera, de la Orden
del Rey Arturo, tal como era su padre.
Gurnenmanz era muy buen
maestro, pero bastante parco y severo, segurito que tenía su buen toque de
Capricornio, y siempre le dijo: “Nunca pierdas tu sentido de la vergüenza” y “No
importunes a otros con preguntas tontas”.
Pues bien, llego el día en que
a nuestro recién armado caballero le tocó probar de qué estaba hecho y llegó a
una tierra que estaba totalmente devastada. Su Rey estaba enfermo y con él,
enfermó el reino. Es que no estamos hablando de alguien común, era nada más y nada
menos, que el Rey del Grial que estaba pagando un castigo, por haber
trasgredido las leyes de la comunidad. El castigo requería, que para ser
sanado, un caballero desconocido, debería formular dos preguntas: “Señor, ¿qué
mal te aflige?” y “¿a quién sirve el Grial?”. ¿Puedes creer que estas dos preguntas
sanarían al Rey y al reino?
Cuando nuestro novato
caballero se encontró ante el Rey, lo primero que se le vino a la cabeza fueron
los consejos de su maestro, bendito momento; se le olvidó mostrar compasión por
los que sufren, requerimiento principal de un caballero, y se quedó callado. El
Grial apareció ante sí acompañado de toda la parafernalia de música celestial,
caballeros, doncellas y demás, es que no faltó nadie, y el muy bobo apretó los
labios y ¡no dijo nada!… no dijo nada.
Acto seguido, toda esa
maravilla que estaba ante sus ojos despareció ante una estruendosa voz,
horrible, espeluznante que le dijo algo así como: “Pedazo de bobo, no preguntaste
lo que debías, así que ahora te toca vagar por la espesura hasta que hayas
aprendido lo que es la compasión”
El signo de Leo está
relacionado con el proceso de búsqueda de la esencia individual. Con los
procesos creativos también, pero el más importante de todos tiene que ver
consigo mismo y la búsqueda del Grial no es más que el símbolo del camino
solitario que debemos seguir, donde quiera que tengamos a Leo en nuestra carta,
para diferenciarnos de los demás, siendo únicos, pero al mismo tiempo, poner
nuestros talentos al servicio de los otros, con humildad. El trabajo con la imagen
es un tema importante en este signo y vemos como en el mito, el temor a hacer
el ridículo le impide conquistar la meta que tenía justo enfrente de sus ojos.